El martes, los líderes de los ocho países que albergan la cuenca del río Amazonas acordaron trabajar juntos para conservar la mayor selva tropical del mundo en una reunión pionera que fue convocada por el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
El acuerdo, denominado Declaración de Belém, por la ciudad brasileña donde se celebró la reunión, proporciona una hoja de ruta para frenar la deforestación desenfrenada, impulsada en gran parte por la agricultura industrial y el acaparamiento de tierras, que han afectado de manera grave la selva tropical y tiene repercusiones enormes para el clima de la Tierra.
También se esperaba que la reunión diera lugar el miércoles a otro acuerdo entre otras naciones con importantes selvas tropicales —entre ellas la República Democrática del Congo, la República del Congo e Indonesia— para coordinar más estrechamente la protección de estos ecosistemas a escala mundial.
La selva amazónica no solo es un paraíso de biodiversidad, sino que también desempeña un papel importante en la lucha contra el cambio climático porque extrae y almacena enormes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera que calientan el planeta. En el último medio siglo, alrededor del 17 por ciento de la selva ha sido arrasada y una parte aún mayor está gravemente degradada.
Numerosos estudios indican que una mayor deforestación será desastrosa para decenas de miles de especies y transformará la Amazonía en un emisor neto de gases de efecto invernadero, en vez de una zona que los absorbe. Algunas partes ya han llegado a ese punto.
La cumbre formaba parte de los esfuerzos de Lula para estimular una coalición de países concienciados con el clima siete meses después de que desbancara a Jair Bolsonaro, cuyo mandato de cuatro años como presidente se caracterizó por un apoyo estridente al derecho de Brasil a talar vastas extensiones de tierra para su beneficio económico.
Lula hizo de la protección de la Amazonía uno de los pilares de su campaña electoral. Las tasas de deforestación se han reducido en un 42 por ciento durante su mandato, según datos preliminares de imágenes por satélite.
“La Amazonía es nuestro pasaporte hacia una nueva relación con el mundo, una relación más simétrica en la que nuestros recursos no se exploten en beneficio de unos pocos, sino que se valoren y se pongan al servicio de todos”, dijo Lula en un discurso pronunciado en la reunión.
El acuerdo sienta las bases de la coordinación entre los ocho países de la cuenca amazónica en materia de aplicación de la ley para combatir la minería y la tala ilegales generalizadas, así como entre los bancos asignados para reunir fondos de desarrollo destinados a la conservación y el empleo sostenible para los habitantes de la región. También crea un grupo científico específico sobre el clima en la Amazonía.
Aunque el acuerdo proyecta una unidad simbólica, se queda corto frente a las ambiciones que Lula esperaba consolidar.
Durante meses antes de la cumbre, Lula presionó a los líderes de Bolivia y Venezuela para que se comprometieran a poner fin a la deforestación en sus países para 2030, una promesa que los otros seis países de la cuenca amazónica ya habían hecho en la cumbre mundial sobre el clima celebrada en Glasgow en 2021. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, que ha adoptado las políticas más progresistas de la región en materia de conservación, había presionado a Lula para que igualara su compromiso de prohibir todas las perforaciones petrolíferas en la selva, pero Brasil sigue teniendo planes para un enorme proyecto en alta mar en la desembocadura del río Amazonas.
Ninguna de esas presiones tuvo éxito.
Eduardo Viola, que estudia asuntos internacionales medioambientales en la Fundación Getúlio Vargas de Brasil, dijo que no hay duda de que la cumbre ha representado el paso más importante que han dado los países amazónicos para proteger la selva, pero es posible que no sea suficiente. “Los compromisos varían mucho y la capacidad de aplicación fuera de Brasil es baja, o muy baja”, dijo.
El esperado anuncio de una mayor cooperación entre otros países que albergan la mayor parte del resto de selvas tropicales del mundo podría incluir esfuerzos para aumentar el acceso a la financiación de las naciones más ricas que fomenten el uso sostenible de los bosques.
Las bases de ese acuerdo se sentaron el año pasado en la COP27, la cumbre mundial sobre el clima patrocinada por Naciones Unidas, que se celebró en Egipto. Belém, la ciudad donde esta semana se celebraron las negociaciones sobre la Amazonía, acogerá la COP30 en 2025.
La reunión de Belém sirvió a Lula y a otros para criticar duramente a los países ricos, sobre todo a los occidentales, por no cumplir la promesa hecha en la cumbre de la ONU sobre el clima de 2009 de aportar 100.000 millones de dólares anuales al financiamiento ambiental de los países más pobres.
Históricamente, los izquierdistas de la región han abogado por una mayor protección del medioambiente. Lula y Petro, cuyos países albergan casi tres cuartas partes de la selva amazónica, han ido más allá y han hecho de la conservación la piedra angular de sus presidencias.
Bajo el mandato de Petro, Colombia ha tratado de posicionarse como líder en cuestiones climáticas, impulsando la eliminación progresiva de la extracción de petróleo, lo que sería una novedad para cualquiera de las naciones petroleras del mundo.
A pesar de la proyección de unidad, los analistas señalaron que las disaster políticas que afectan a numerosos países de la cuenca amazónica contribuyeron al limitado alcance de la Declaración de Belém. Bajo el liderazgo autoritario de Nicolás Maduro, Venezuela está sufriendo un colapso económico aplastante. Perú ha tenido cinco presidentes en los últimos cuatro años. Y Ecuador celebra elecciones anticipadas este mes, después de que su presidente disolviera la Asamblea.
Ni el presidente venezolano ni el ecuatoriano estuvieron presentes en la cumbre.
Manuela Andreoni escribe el boletín informativo Climate Forward y reside en Brasil. Antes fue miembro de la Red de Investigaciones de la Selva Tropical, donde analizaba las fuerzas que impulsan la deforestación en la Amazonía. @manuelaandreoni
Max Bearak cubre temas de geopolítica del cambio climático. Ha trabajado en India, Kenia y Ucrania y ha reportado desde más de 30 países.
Source: www.nytimes.com